Hace algo más de 4 meses el estruendo de las balas
oficiales ensordecía a los niños que acompañaban día a día a sus padres sobre
la ruta 86. Aterrorizados y confundidos corrieron a los brazos
seguros de los adultos, que a su vez intentaban escapar de la muerte
uniformada. Pero los luchadores de la Nación Qom no se escondieron, hasta donde
pudieron defendieron la vida de los suyos y de los de aquellos a gomera y
piedra. La convicción en lo justo del reclamo hizo retroceder a los perros
rabiosos. Perros de todos los colores: nacionales, provinciales,
municipales.
Pero ni la convicción, ni la justeza, ni la bravura
pudieron detener la cobardía a distancia. El acero alcanzó sus
cuerpos. Legal, oficial, reglamentario, sojero y “popular”.
Cualquiera es valiente con el gatillo incólume a 200 metros , con el juez
y la montada, con el periodismo “ecuánime” y militante de las 6, 7, 8 balas
nacionales y populares que atravesaron la espesura del monte. Alcanzó solo con
una para que el compañero Roberto López luego de meses de cortar la ruta
defendiendo el territorio de su pueblo, brinde sus últimos minutos de lucha en
el Km. 1341 de la ruta nacional nº 86.
Con la sangre aún tibia en el asfalto la represión se
vistió de “accidente” arrancándole la vida al activista pilagá Mario López.
Al tiempo, un grupo de qompis encabezado por Félix
Díaz se apostó en Buenos Aires sobre dos avenidas cuyos nombres recuerdan la
emergencia del Estado Nacional, ese mismo que creció devorando a las naciones
originarias. Estado que rifó el territorio de naciones, culturas, lenguas y
vidas enteras entre un puñado de militares y burgueses incipientes.
Hasta el día de hoy, como nos muestra “La primavera”, el
Estado no ha perdido esa costumbre.
Es doloroso tener que suplicar a ese mismo Estado que
contemple una serie de derechos democráticos mínimos. Derechos que ni por lejos
llegan a satisfacer las demandas históricas de los originarios pero que son
producto de la lucha y de la tenaz resistencia.
Doloroso y terrible suplicar por una entrevista a una
presidenta que defiende a morir al gobernador asesino y a los perros rabiosos
de todos los colores.
El gobierno nacional nos quiere convencer de que es la única
herramienta para enfrentar a la derecha retrograda y a los monopolios, el único
que puede redistribuir la riqueza de los insensibles. Un gobierno popular de
unidad armoniosa.
El kirchnerismo ha encontrado una manera muy peculiar de
enfrentar a la derecha, tomando el programa de la misma y aplicándolo con rigor
y firmeza. No se le puede discutir, son verdaderamente originales.
Durante el gobierno de los Kirchner los desalojos a las
comunidades originarias se multiplicaron de la mano de la expansión de la soja
y los monocultivos. Las mineras expandieron sus negocios con el aval de la presidenta que vetó la ley de
glaciares.
Por su parte, en un autentico gesto de soberanía nacional
se pagó a rajatabla la deuda externa, sin cuestionar en lo más mínimo el origen
ilegítimo de la misma, tendiendo un hilo perfecto de continuidad entre los
genocidas, Menem, Cavallo, De la
Rua y su gobierno nacional y popular.
Se procesaron 5000 luchadores obreros, indígenas,
estudiantiles y populares, mientras solo 1000 genocidas están bajo esa misma condición
y 9000 asesinos de la dictadura siguen en funciones tan solo en la policía
bonaerense.
Además, y entre tantas otras cosas, sostiene un pacto
vergonzoso con la burocracia sindical más podrida. Con tipos como Moyano que mantenía
vínculos con la triple A, que hoy defiende a Pedraza, asesino de Mariano
Ferreyra, y que junto a sus amigotes llaman “zurda loca” al sindicalismo de
base y combativo.
También, además de desalojar, contaminar, reprimir y
matar a las comunidades originarias, montó un aparato de cooptación de
dirigentes indígenas devenidos hoy en kirchneristas acérrimos, facilitando
planes de vivienda, puestos en el estado, viajes a congresos y encuentros que
no representan a nadie, etc.
Mientras el movimiento indígena no adopte una perspectiva
independiente de los bandos patronales, peronistas y radicales, y de todas las
variantes sojeras. Mientras no confíe en sus propias fuerzas y sus dirigentes
prescindan de cargos en organismos oficiales, dadivas y facilidades.
Mientras no se proponga construir alianzas estratégicas con los trabajadores y
oprimidos de todo el campo popular para terminar con este sistema de
explotación, depredador del ser humano y la naturaleza, la resistencia seguirá
siendo algo heroico, pero no eficaz.
Solo siguiendo el camino de la independencia política y
la lucha contra el capitalismo podremos ver florecer no solo a las naciones
originarias autodeterminadas, sino un mundo sin explotadores ni explotados, con
respeto y complementariedad entre las diferentes culturas y de plena armonía
con la naturaleza.
LALACNAQOM.
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